Bibliotecas
(Texto basado en openoasis.org)
¿Por qué los bibliotecarios deben interesarse en el acceso abierto?
El rápido incremento en los precios de las subscripciones en revistas académicas ha perjudicado el acceso a la información académica. A menudo se le refiere como “la crisis de los precios de publicaciones en serie”, ya que los costos de las revistas académicas ascendieron bruscamente en las últimas dos décadas.
De acuerdo con la Asociación de Bibliotecas de Investigación (ARL por sus siglas en inglés), el costo promedio por una suscripción a ediciones en serie para las bibliotecas pertenecientes a la ARL incrementó alrededor de 315% de 1989 al 2003. Este incremento supera el aumento en el Índice de Precio al Consumidor de un 68% en esos años. De 2003 hasta el momento, los precios de las revistas científicas promedio se incrementaron de una manera más lenta, pero aun así el aumento es de alrededor de 9% cada año.
La consolidación en curso de la concentración del mercado de publicaciones de revistas científicas es en parte responsable de estos incrementos. Durante los últimos cinco años, las fusiones y compras resultaron en 37 editoras controladas por 6 entidades. Por lo consiguiente, el mercado está dominado por unas cuantas editoriales que pueden exigir precios altísimos para sus publicaciones.
Impacto en las bibliotecas
El aumento en el precio de las revistas científicas dejo atrás por mucho los incrementos en los presupuestos de las bibliotecas, con lo que se deterioró el poder adquisitivo de las bibliotecas de una manera significativa. De manera que las bibliotecas académicas se vieron forzadas a cancelar las suscripciones o cambiar el dinero de otras áreas de sus presupuestos para poder comprar una pequeña cantidad de títulos de revistas científicas de precios elevados.
En la mayoría de las bibliotecas académicas, las costosas revistas científicas sobre tecnología y medicina (STM, por sus siglas en inglés) consumen una gran cantidad de los presupuestos de las bibliotecas. Esto trae un impacto negativo en otras adquisiciones, tales como artículos de investigación, libros de texto y títulos de revistas científicas de otros campos. Mientras tanto, se estima que la producción mundial de investigación académica se duplicó desde la segunda mitad de los años ochenta, lo que obliga a las librerías a adquirir más material académico.
En respuesta a este súbito aumento de precios de las revistas científicas, las bibliotecas de investigación tuvieron que solicitar licencias de sitio como un recurso para incrementar su poder adquisitivo y un mejor acceso seguro a las revistas científicas para sus usuarios. Estas licencias normalmente las tramitan las bibliotecas como un grupo (consorcio de bibliotecas), lo que ha propiciado un mejor acceso a publicaciones académicas en los últimos años, siendo esto un desahogo a la crisis de los precios de publicaciones en serie. Por ello, a pesar de los beneficios obvios, hay una preocupación de que más adelante las licencias de sitio incrementan el poder del mercado de los grandes editores académicos.
Las licencias hacen que las bibliotecas pierdan un poco de la flexibilidad que tienen, ya que las revistas científicas están “por lotes” y deben comprarse en grupo, de manera que las suscripciones a una revista científica no se pueden cancelar de manera individual. A través del tiempo, los bibliotecarios van perdiendo la habilidad para darle forma al contenido y la calidad a la literatura de la revista científica de su institución. Se enfrentan a una elección de todo o nada al pagar la cantidad que piden los editores o renunciar a un recurso indispensable para sus usuarios, de tal forma que las grandes editoras conservan su poder en el mercado.
Dicho sistema prácticamente es insostenible. Incluso las bibliotecas de investigación con más recursos no pueden financiar el acceso a todo el contenido que requieren su cuerpo de profesores y alumnado. La situación es aún más crítica para escuelas y universidades más pequeñas, al igual que para las instituciones del mundo en desarrollo, las cuales cuentan con un presupuesto limitado.
En 2003, el director general de la Unesco, Koïchiro Matsuura, afirmó que “la mayoría de los países en desarrollo no han sido capaces de tomar ventaja por completo de los avances que ofrecen las nuevas tecnologías de la información y comunicación en términos de acceso a información científica y tecnológica al igual que a las oportunidades de aprendizaje”.
El acceso abierto ofrece una solución viable a la crisis de los precios de publicaciones en serie. Difundir el acceso abierto asegurará el acceso de las bibliotecas a todas las publicaciones de revistas científicas que requieran sus usuarios. Así mismo, las bibliotecas podrán cancelar el apoyo financiero que les brindan a las revistas científicas (esto a través de membresías institucionales y otros métodos) sin el riesgo de perder el acceso a publicaciones imprescindibles.
Librerías y acceso abierto
De manera obvia, los bibliotecarios son quienes más defienden el acceso abierto. Ellos han mostrado su apoyo al firmar iniciativas y peticiones para este tipo de acceso, al mismo tiempo que se comprometen activamente a apoyarlo a través de sus instituciones o asociaciones, o bien entrenando al cuerpo de profesores y administradores en el campus, construyendo repositorios digitales para apoyar sus archivos y apoyando las revistas científicas de acceso abierto.
Más información sobre el tema en:
- ACRL. Journal Economics. Scholarly Communication Toolkit.
- Houghton, John, Bruce Rasmussen and Peter Sheehan, Charles Oppenheim, Anne Morris, Claire Creaser, Helen Greenwood, Mark Summers y Adrian Gourlay. Economic implications of alternative scholarly publishing models. Exploring the costs and benefits. Loughborough University. 2009.
- Houghton, J. y P. Sheehan. The economic impact of enhanced access to research findings. CSES Working Paper No. 23. 2006.
- Ted Bergstrom’s Journal Pricing
- The promise of value-based journal prices and negotiation: a UC report and view forward. Enero de 2007. University of California Libraries’ Collection Development Committee.